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1.14.2011

(Des) atención al cliente

Muchos dicen que el cliente siempre tiene la razón. Mentira. Si si, mentira. Sucede que la gente es boluda. Es muchos y amplios sentidos. Y aunque no lo sepamos muchos de nosotros hacemos boludeces de tanto en tanto. El problema es que no son pocos los que pueden ser catalogados de unos completos idiotas que piden, reclaman, exigen (complete con lo que prefiera) cualquier cosa. Entonces no es extraño que las empresas / comercios también se pongan en la postura pelotuda de ir hacia el extremo opuesto: “Vos me pedís boludeces, entonces yo te atiendo como el orto”. Y no lo digo por un uno a uno puntual. Ya es filosofía.

Atentos, clientes!!
Hoy entré en un Aroma en Unicenter para comprar una bebida y me encontré con dos filas poco definidas y mucha gente desorientada. Nadie sabía donde atendían y, con su actitud pelotuda de siempre, nadie quería preguntar. Ante mi pregunta me mandan a lo que vendría a ser la fila para hacer los pedidos, mientras que la otra era “solo para la entrega de los productos”, según me comentó la chica que estaba atendiendo. Pero apenas salgo de la fila en la que había estado esperando ya unos minutos para ponerme en la que supuestamente correspondía (sensiblemente más larga), otra chica toma la posta de los pedidos en la caja en la que me encontraba inicialmente.



Como este, los ejemplos abundan. No pido que le den siempre la razón al cliente. Pero un poco de cordialidad no vendría nada mal. Las últimas dos veces que entré a un banco (dos firmas diferentes) las eternas filas solo eran atendidas por un par de cajeros (literal, dos); y lo mismo pasa en los supermercados, donde abundan las cajas… vacías.

¿Consecuencias? Se que a la mayoría no les importa nada y nada va a cambiar. Pero por lo menos yo me saco las ganas. Lamentablemente con los bancos nada puedo hacer, me tienen atrapado por cuestiones laborales (aunque no encuentro uno para elegir). Con los supers puedo decidir no ir más a una cadena o a un local en particular, como con la estación de servicio que juré no pisar más y que, aun en plena crisis de falta de nafta ni me acerqué. Y en el caso puntual de Aroma, di media vuelta y me fui. Un pequeño aporte, mínimo, insignificante quizá. Pero no podía quedarme sin hacer nada.